sábado, 18 de enero de 2014

Esto Es París


Un camarero barbihecho y pelinegro nos sirve un café au lait, solemne pero ajetreado; un ciudadano enfundado en una gabardina gris anda audiblemente por las aceras húmedas de la ribera del Sena; mientras, un coche pasa tan cerca, tan cerca... y levanta una estela de gotas frías que caen después sobre el pavimento. Las primeras luces del alba juguetean tras los tejados. Las farolas desisten, un día más, de convertir la noche de la Ciudad de las luces en una vereda soleada. Es París. París despierta al mundo. París nos da la bienvenida. Y nosotros empezamos a andar. ¡Hay tantas cosas por descubrir, por oler, por saborear!...

No podríamos irnos de París sin adentrarnos por las calles de Montmartre acercándonos poco a poco al Sacre Coeur, por esas calles donde antaño vivieron pintores, poetas, artistas y soñadores, por esas calles que llevan la bohemia tatuada en cada uno de sus adoquines, por esas calles donde vivió Toulouse Lautrec. Pero bueno, ¿y el arte? ¿Dónde está el Louvre? Impensable pasar por París y no recalar, ni que sea una tarde, ni que sea un suspiro, por unos de los museos más prestigiosos del mundo, hogar de 'La Victoria de Samotracia', de 'La Gioconda', de esculturas griegas, cuadros renacentistas y obras barrocas Un universo de formas y colores que es puro alimento para el espíritu.

¿Y la Torre Eiffel? No desesperéis; allí nos dirigimos con paso firme pero distendido, paseando por el Champ de Mars. Al fondo, cada vez más impresionante, nos espera paciente la torre metálica, símbolo indiscutible de una ciudad que, a estas alturas, estamos seguros de que no olvidaremos jamás. ¿Subimos? Si no tenemos vértigo... Entramos en el ascensor y empezamos a elevarnos, poco a poco, por dentro del armazón férreo de una de las torres más famosas del mundo. La distancia nos descubre progresivamente un paisaje hermoso e inmenso: es París. París a nuestros pies. Bajamos del ascensor, ya sea al principio o ya sea en la parte más alta, y contemplamos un buen rato la ciudad tendida a nuestro alrededor. No todos los días uno tiene la oportunidad de escudriñar desde un pedestal privilegiado una de las ciudades más carismáticas del mundo.

Y Notre Dame... ¿Cómo olvidarla? La catedral gótica ve pasar el tiempo desde la Île de la Cité, erguida sobre una plaza y rodeada de verde para que el paseante pueda contemplar hechizado los esbeltos arbotantes que sobresalen de sus muros, como un esqueleto que nos muestra sus entrañas, mientras a nosotros la literatura se nos mezcla con la realidad, y hasta nos parece que hemos visto a Quasimodo correr escaleras arriba hacia el campanario.
La Place de la Bastille, la Esplanade des Invalides, la Plaza de la Madeleine, los Champs Élysées... ¡Hay tantas cosas por ver en París! Tantas son las calles por las que perderse, tantos lugares en los que sentarse simplemente a contemplar la luz de la ciudad, sus colores, sus gentes...

Que más se puede decir, esto es París, la ciudad de la luz, la ville lumière.

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