martes, 8 de marzo de 2022

Vuelvo a la carretera



Salgo de casa con el deseo de ir hacia lo desconocido, descubrir lugares que asombren.  Me pongo la cazadora que me cubre de éste frio manto invernal y cojo las llaves del coche, en ese momento soy consciente de que ya no hay vuelta atrás, necesito volver a la carretera.

Es de noche, madrugada, arranco mi coche, y como se suele decir, carretera y manta. Siempre me ha fascinado la noche, creo que envuelve todo de un cierto aura de magia y misticismo, conducir bajo la única luz de la luna y los faros de tu coche resulta ser para mi una sensación de tranquilidad y paz.

En esas noches de conducción siento que el destino depende de mi, aunque esto sólo sea una sensación fugaz. La carretera, mi coche y yo, nada más. ¿Cuál es el destino? no lo hay, el propio camino es el destino, disfrutar del sendero.

En este momento me encuentro recorriendo una carretera completamente recta, la luz de nuestro satélite es lo único que ilumina el paisaje mágico. Me percato que tengo que echar gasoil al coche, veo una gasolinera a lo lejos, es lo único brillante que se ve. Llego, saludo al empleado de la gasolinera y le digo que lo quiero lleno, él me llena el depósito del vehículo y sin decirnos nada más nos despedimos y le doy las gracias; continúo después con mi andadura, sabiendo que puede ser la única persona con la que me cruce esta noche. 

Cada vez siento más esa sensación de que la carretera, el coche y yo somos uno, sigo recorriendo el sendero hasta llegar a unas montañas desde las que puedo observar toda la ciudad de San Sebastián, brillante, imperial. Se te vienen en ese momento mil pensamientos a la cabeza, la vida es increíble y maravillosa. Es de estas noches reparadoras, noches que de vez en cuando todos necesitamos, noches para nosotros mismos. 

Tras este instante de observación interior y exterior, me voy percatando de que la noche se va terminando y las primeras luces de un nuevo amanecer asoman por el este. La noche tiene que dejar paso a un nuevo día, y es que es curioso como la oscuridad más absoluta se aprecia justamente en el momento anterior a que comience el amanecer, el propio ciclo día-noche resulta ser una moraleja de la propia vida.

La mañana ha llegado al fin, habrá que tomar un cafecito y empezar con fuerzas un nuevo día, y es que la vida nos brinda la maravillosa oportunidad de volver a comenzar con fuerzas y alegría cada día. La vida son, en resumidas cuentas, oportunidades; cada día es una oportunidad y debemos aprovecharla al máximo. 

Al final resulta que, como siempre, la noche de carretera y manta ha merecido mucho la pena; y es que ha sido viajando en estas noches hacia lo desconocido, cuando más me he encontrado a mi mismo. Al fin y al cabo, la aventura sigue llamándome, la carretera sigue atrapándome, la vida sigue fascinándome. 

viernes, 4 de marzo de 2022

Tiempo y vida



El tiempo, vivimos pensando en el reloj constantemente, en el "tengo que hacer tal cosa a tal hora", haciendo esto de nuestro día a día una sensación de prisa constante.

Reconozco que yo mismo en innumerables ocasiones he vivido así, pensando constantemente en esa esferita que solemos llevar en la muñeca izquierda, y como creo que todos podemos pensar, no resulta ser una situación para nada agradable.

Es evidente que tenemos que organizarnos para hacer muchas cosas, en infinidad de ocasiones resulta necesario hacerlo, pero... ¿no creéis que lo hacemos hasta cuando no resulta necesario? tengo la sensación de que somos nosotros mismos los que nos solemos poner constantemente los límites.

Este pensamiento es el que me lleva a la reflexión siguiente, ¿estamos realmente aprovechando nuestro presente o lo estamos acaso condicionando de una forma constante? Si estamos de acuerdo con el segundo pensamiento, sería como afirmar que al limitar todos los días al reloj, también limitamos nuestras vivencias diarias, perdiendo de este modo muchas experiencias que jamás llegarán. ¿Y por qué actuamos así? yo creo que es porque estamos demasiado pendientes del "futuro", algo aun a día de hoy intangible que de poco nos sirve en el momento actual.  Vale, de acuerdo, está bien pensar en el garantizarnos un prospero y tranquilo futuro, pero...  ¿de verdad que dejaríamos de tenerlo si nos quitásemos esas cadenas que nos "atan" en el día a día?. 

Yo confieso que soy el primero que piensa que primero van los deberes y después los placeres, es decir, que las responsabilidades para mi son lo primero; pero en este caso no estoy hablando de las obligaciones, sino de los momentos de ocio, esos momentos en los que coartamos nuestra propia diversión sin tener realmente una necesidad real para hacerlo, seria justamente lo contrario al famoso latinajo de "carpe diem" que tanto repetimos y tan poco aplicamos. 

Todo esto me lleva a la siguiente conclusión, centrémonos en el presente, en el aquí y en el ahora, lo único real y tangible que existe en la vida. El mañana es una ilusión que no se sabe si llegará, es por ello que condicionar el presente al futuro puede resultar en ocasiones absurdo. Si quieres hacer algo hazlo, pero hazlo ahora, no lo pospongas a un futuro que podría no llegar nunca, la vida tiene fecha de caducidad. Y si te tienes que arrepentir, mejor arrepentirse de haber hecho algo que de no haberlo hecho nunca. ¿Obligaciones? si, sé la persona más responsable y profesional del mundo. ¿Diversión? si, sé la persona más divertida y alegre del mundo. En cada momento lo que toca y con la felicidad siempre por bandera, sabiendo que el presente es el regalo que nos da la vida cada día, aprovechémoslo.