domingo, 28 de agosto de 2011

El Heredero Del Trono


En un pueblo lejano, un rey muy anciano convocó a sus cinco hijos a una audiencia privada en la que les daría una importante noticia. Todos asistieron y el rey les dijo: "Os voy a entregar una semilla diferente a cada uno de vosotros. Al cabo de seis meses deberéis traerme la planta que haya crecido. El que presente la planta más bella heredará el trono".

Así hicieron todos, pero uno de los jóvenes plantó su semilla y no germinaba por más cuidados que le daba. Mientras, todos los demás no paraban de hablar de las hermosas plantas que habían crecido de sus semillas.

Llegó el momento y acudieron a su padre con sus preciosas y grandes plantas. Todos menos uno, que llevaba en la mano la semilla que su padre le había dado seis meses atrás. Cabizbajo, triste y avergonzado, se presentó el último ante su padre. Al ver el resto de los hermanos que no llevaba nada, hablaban entre ellos y se burlaban de él.

El alboroto fue interrumpido por la llegada del rey a la sala que, con atención, observó las cuatro plantas y la semilla, que permanecía en la palma de la mano de uno de sus hijos. Se sentó en el trono y llamó a su lado al joven sin planta. "Aquí tenéis a mi heredero -dijo el rey ante el asombro de todos-. Eres sincero y valiente, pues fuiste el único que no cambió una planta crecida por una semilla infértil"

viernes, 26 de agosto de 2011

El Collar


Cierto día, una niña pequeña entró en una joyería, muy ilusionada. Pidió ver el collar de amatistas que estaba expuesto en el escaparate. El dueño del negocio, que se hallaba tras el mostrador, la miró desconfiado y preguntó si tenía con qué pagarlo. Ella respondió:
-Por supuesto, he traído todos mis ahorros.

El joyero, aún dudando de si los ahorros de la chiquilla llegarían para abonar todo el importe del collar, le pidió por favor si podía mostrarle cómo pagaría la joya.

La pequeña sacó un pañuelito atado y lo desanudó con cuidado. Había apenas unas monedas que la niña mostraba con orgullo. Antes de que el dueño del establecimiento pudiera decirle algo, ella explicó:
- Verá, es que hoy es el cumpleaños de mi hermana mayor. Desde que murió mamá, ella siempre cuida de nosotros, tiene que trabajar todo el día y no tiene casi tiempo para ella. Quería comprarle el collar porque creo que le hará mucha ilusión; mamá siempre llevaba uno muy parecido.

El joyero, sin decir nada, dijo a la dependienta que envolviese el estuche con el collar, se lo entregó a la chiquilla y le aconsejó que lo llevase con cuidado. Mientras la niñita marchaba feliz, la dependienta observó los ojos humedecidos del dueño del negocio, que la contemplaba llevando el paquete calle abajo, y preguntó cuánto había pagado la pequeña por la joya.

- Esa niña pagó el precio más alto que cualquier persona puede pagar -respondió el joyero-. Ella dio todo lo que tenía.

El Silencio De Dios


Cuenta una antigua leyenda noruega que un hombre llamado Haakon cuidaba de una ermita situada en lo alto de un monte. A ella acudían muchos fieles para orar con devoción. En la ermita había una gran cruz de madera muy antigua, y multitud de personas acudían para pedir un milagro.

Un día, el ermitaño Haakon, impulsado por un sentimiento generoso, quiso pedir un favor. Arrodillándose ante la cruz, dijo:
- Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu lugar en la cruz.

Y entonces, el Señor habló:
- Así sea, Haakon, pero has de cumplir una condición: suceda lo que suceda, has de guardar siempre silencio.

El ermitaño contestó:
- ¡Sí, Señor, estoy dispuesto!

Y cambiaron los puestos. Nadie reconoció a Haakon colgado en la cruz, quien, por largo tiempo, cumplió la promesa. Jamás decía nada.

Sucedió un día que un rico, después de orar allí, se olvidó la cartera, llena de dinero, pero Haakon no dijo nada. Tampoco habló cuando un pobre, apenas un rato después, llegó allí y cogió la cartera del rico. Más tarde esntró un muchacho, que, postrado en el altar, pedía a Dios su gracia para emprender un largo viaje. Mas en ese momento regresó el rico en busca de la cartera. Como no la encontró, pensó que el joven se la había robado y arremetió furioso contra él.

Entonces, Haakon no soportó más la situación y gritó desde la cruz:
- ¡Detente! - y, defendiendo al joven, increpó al hombre rico explicándole la situación.

Este, sorprendido, salio de la ermita. Poco después se retiró el joven también, pues debía emprender aquel importante viaje.

Cuando la ermita quedó a solas, Cristo se dirigió al ermitaño y le dijo:
- Baja de la Cruz. No has sabido ocupar mi puesto al no guardar silencio.

- Pero, Señor, ¿cómo iba a permitir semejante injusticia?

Jesús subió de nuevo a la cruz y habló así a Haakon:
- Tú no sabías que al rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven. El pobre, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero. En cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le impedirían realizar el viaje en un barco que acaba de zozobrar y en el que ha perdido la vida. Tú no lo sabías. Yo sí; por eso callo.

Y el Señor nuevamente guardó silencio

La Oración Correcta


Cuentan que un día, entró un hombre en la iglesia de un pueblo y se puso a orar. Al poco rato y sin que él se diese cuenta, se acercó el sacerdote y escuchó su plegaria. Al parecer el hombre decía así:
- Señor, déjame acercarme a ti. Nadie te cuida, yo te cuidaré. Si estás sucio, te limpiaré. Puedo coserte ropa también. Si tienes sed, iré a la fuente y cogeré agua para ti. Si tienes piojos, puedo quitártelos. Cuando enfermes, estaré a tu lado y te procuraré el remedio.

Llegados a este punto, el sacerdote no lo soportó más y le gritó:
- ¡Basta ya de tonterías! ¿Que Dios está sucio? ¿Que está enfermo? ¿Que tiene piojos? ¿Quién te enseñó esa plegaria tan absurda?

- Yo mismo la inventé - contestó el hombre, intimidado-. Reconozco que soy muy pobre y sin educación, y nadie me enseñó jamás cómo orar correctamente. Tengo problemas con los piojos y creí que también molestarían a Dios. Supuse que Él estaría enfermo, como yo muchas veces, y que le gustaría que alguien le hiciese compañía. Ha sido mi experiencia la que se convirtió en mi oración, pero si tú sabes la plegaria correcta, por favor, enséñamela.

Entonces el sacerdote le enseñó la oración correcta. El hombre se lo agradeció con lágrimas de profunda gratitud. Cuando se marchó, el sacerdote se quedó muy contento por la buena acción que había hecho y dirigió sus ojos al cielo para ver qué pensaba Dios.

Pero el Señor le dijo:
- Te he enviado para que acerques a la gente a mí, pero con esta oración correcta, uno de los que más me amaban está ahora apartado. Esta oración no será oración en absoluto, porque la oración no tiene que ver con la ley, la oración es amor.

El Rabino


Los habitantes de un pequeño pueblo judío se preguntaban por qué el rabino desaparecía misteriosamente las vísperas de sábado y, habiéndose reunido, pensaron que tenía misteriosos encuentros con el Todopoderoso, ya que era un hombre muy espiritual. Decidieron, por tanto, que uno de ellos les seguiría cuando se “escapara” para averiguar qué hacía.

El día concertado, el hombre encargado de seguirle observó con asombro como se retiraba y se disfrazaba de un pobre mendigo y acudía a la cabaña de un inválido para prepararle la comida del sábado y limpiarle la casa, y otro tanto hacía en casa una anciana pobre.

Cuando el “espía” regresó, los demás le preguntaron con interés:

- ¿Has visto ascender a nuestro rabino a los cielos?

- No -contestó él-, le he visto ascender mucho más arriba.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Tú Eres La Razón


Ella es la mejor persona que he conocido. Tiene 600 clases de sonrisas, todas te iluminan la vida. Pueden hacerte reír a carcajadas. Así, sin más. Pueden hacerte incluso llorar. Así, sin más. Y eso son sólo sus sonrisas.
Y es que lloro porque me doy realmente cuenta de que eres lo más bonito que me ha pasado en la vida, porque a tu lado, todo cobra sentido y la vida es realmente bonita.