jueves, 23 de febrero de 2012

Revolución


Indignación es poco. Siento asco, repugnancia y mucha mala ostia cuando veo a un funcionario público remunerado por el dinero de todos apaleando a chavalas de 14 años, saltándose las propias leyes de su sagrado Estado de Derecho, con el beneplácito de grandes defensores de la libertad como la ONU o el Tribunal de Estrasburgo. Los estudiantes somos el futuro de la sociedad, y para éste Estado policial totalmente deslegitimado y criminal parece que somos el enemigo, mientras otros que han provocado la crisis se llenan las manos de dinero con la total complacencia del poder establecido.

Se van clarificando la cosas. El 15 de Mayo del año pasado despertó la indignación colectiva y poco a poco la crisis, la actitud de las clases dominantes, nos fue enseñando más cosas sobre el sentido último de ésta tremenda estafa de magnitudes descomunales que estamos viviendo. El poder político de las sociedades occidentales es ilegítimo, tal vez desde hace mucho aunque ahora seamos más conscientes que nunca. Un Estado que se salta su propio orden normativo no merece ser calificado de democrático, garante de libertades o positivo para nosotros en sentido alguno. Cuando somos agredidos día sí y día también, ya sea por porrazos o por órdenes de desahucio, se hace necesario invocar el supremo derecho a la rebelión y a la desobediencia. Éste Estado NO está por nosotros, NO ES NUESTRO.

Necesitamos a Robespierre. Necesitamos justicia revolucionaria. Necesitamos muchos bidones de gasolina para hacer arder ésta mafia criminal en la que el 1% ha transformado el mundo.

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