viernes, 2 de julio de 2010

Soldier


Frio el acero de mi fusil, pesado el uniforme en mi cuerpo, resonante el último grito de mi enemigo en mi conciencia, sabiendo que agoniza y morirá al desangrar. La culata de mi fusil descansa sobre mi hombro derecho. Mis pulmones se ensanchan con frecuencia acelerada. Mi fusil alineado apuntando hacia el frente hacia el horizonte. Mis ojos en paralelo con la mira en la punta del cañón. Mi respirar agitado y escandaloso y mis gafas empañadas por mi aliento, un sangrar tibio y ligero en mi rostro desciende y un frio sudor empapa mi pecho agitado. Sordos mis oídos por el imponente estallar de mi arma y el rugir de las armas de mis enemigo. La oportunidad de sobrevivir es la que arrebata la vida de mis hermanos rebeldes descarriados. Mi andar se vuelve más lento, mis brazos se debilitan mis piernas flaquean. Sin embargo camino avanzo y asesino. El corazón reclama calma, mis heridas no duelen, mis compañeros mueren. Balas frías y asesinas de los costados llegan, estruendoso el sonido al romper el viento y las láminas, atraviesan el alma de mi amigo, y desgarran mi hombro, mi pierna, sangro y disparo. Nos detenemos mi abdomen sangra. Siento como mi cuerpo declina y por fin tranquilos mis músculos se relajan, el fusil descansa en mi regazo. Mi corazón culmina, mi alma levita y huye mi vida... Y en ese acto final, mi cuerpo al fin, descansa eternamente.

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